Hemos comenzado un nuevo curso y queremos daros las gracias por confiar en nosotros la educación de vuestros hijos. Educar es una tarea difícil pero apasionante y la llevaremos a cabo mucho mejor si esta misión se hace de manera conjunta entre familia y escuela.
El lema Mi corazón está hecho para amar va a ir marcando nuestros pasos durante este curso. Con ello pretendemos que Jesús transforme nuestro corazón de piedra (indiferencia, insensibilidad, apatía, egoísmo…) en un corazón de carne, capaz de alumbrar la vida de los que están a nuestro alrededor, regalando cariño y esperanza; tratando de desprendernos de nosotros mismo y dándonos a los demás.
Siguiendo las huellas de nuestro fundador D. José Hidalgo, queremos crear un estilo familiar y cercano, buscando alcanzar el desarrollo más completo de la persona humana; sacar de sí mismo lo mejor y por ello sentirse feliz.
Contamos con todos vosotros para ir creciendo cada día ya que juntos haremos mejor el camino.
Marian Benito
Directora General

El Colegio Sagrado Corazón, algo más que unas Escuelas

Ardua se hace la tarea de explicar el origen de nuestro colegio en pocos minutos, no obstante, esperamos que estas breves pinceladas ayuden a conocer la labor de D. José en esta

barriada, que tuvo sus orígenes allá por el año 1868, gracias a las donaciones de tierras efectuadas por el alcalde Juan Fuentes, quien dará nombre al barrio hasta el año 1945, cuando pasa a denominarse del sagrado Corazón.

Foto de Instalaciones del colegio

Su crecimiento fue vertiginoso; así, en 1940, su población superaba las 1500 personas. El número de niños era elevadísimo. Múltiples fueron las llamadas del Ayuntamiento al Ministerio de Educación solicitando unas escuelas públicas en la barriada, pero siempre cayeron en saco roto. La única enseñanza era impartida por particulares sin titulación, quienes gozaban de algunos conocimientos básicos. Utilizaban algunas de las habitaciones de sus casas como improvisadas aulas.

Uno de estos casos fue el de Castora Valencia, primer gran eslabón en el origen de nuestras escuelas. En su casa, la nº 26 de la Calle Norte, comienza la difícil tarea de formar personas, a la que se unirá D. José desde 1942.

Nuestro sacerdote había llegado a Olivenza en Octubre de 1933, para hacerse cargo de la parroquia de Santa María de la Asunción. Rápidamente palpa en sus carnes las necesidades de esta barriada.

Como gran “pescador” y organizador que fue, empieza a tender sus redes: inicia los cursillos de Acción católica, consigue que vengan a Olivenza nueve hermanas de la Compañía de María, con el objetivo de potenciar la educación… Estos y otros instrumentos le servirán para captar la ayuda de un grupo de jóvenes, quienes junto con castora serán el engranaje necesario para poner en marcha su obra.

Ya en 1942 Castora y Don José comienzan a trabajar codo con codo; ella impartía clases por la tarde; él, por la mañana. Todo acontecía en casa de Castora; “Empezamos con 15 niños, quienes traían sus improvisadas sillas, nosotros les procurábamos el material”. Tres meses más tarde el número ascendía a setenta; en 1944-45, atendían a 100 y el curso siguiente, a 210. Así fueron creciendo las escuelas, en las que D. José contó con la colaboración de miembros de Acción Católica y alumnas del colegio de la Compañía de María. Ante tamaño número de alumnos, Castora (hasta dónde llega la abnegación de esta mujer) consiente en dejar su casa, desplazándose a una anexa, con la finalidad de que todas las habitaciones sean empleadas como aulas.

El curso 1945-46 fue prolífico para la barriada. Nuestro sacerdote con escasos medios, en unos momentos de gran dificultad, da vida al Jardín de Infancia, la Cantina escolar, el dispensario y los talleres. Todo concienzudamente pensado: “educó desde pequeño, mantuvo, cuidó y atendió sanitariamente y les enseñó un oficio”. La influencia de Andrés Manjón sobre D. José, ávido lector, fue muy importante. El propio proyecto de las escuelas, iniciadas en 1949 y terminadas en una primera fase en 1953, es una réplica de las que propugnaba éste, “… con un jardín frente a las escuelas para potenciar la enseñanza activa”.

Al buen funcionamiento de las denominadas Escuelas Parroquiales contribuyeron, por este orden:

1.- Las Hijas de la Caridad, quienes estuvieron aquí hasta el 28 de diciembre de 1955. En sus primeros años se dedicaron en cuerpo y alma a erradicar el hambre y las enfermedades.

2.- Dominicas Terciarias, que llegan el 13 de marzo de 1956, permaneciendo 14 años haciendo el bien.

3.- La Ley de educación de 1970 obliga a las Dominicas a dejar paso a las Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón. “Con ellas llega una nueva concepción de la educación. Su objetivo era: enseñarles el mundo que les rodea por medio de actividades didácticas orientadas… Amenizando las clases. En general, procuramos que el niño encuentre un ambiente de cariño y confianza”.

Nuestro colegio fue pionero, desde su fundación en:

Foto de instalaciones del colegio- Implantar el Jardín de Infancia (1945). Decía D. José que “la educación debe empezar desde la cuna”.
– Crear los Talleres de bordados, alfombras, alpargatas y carpintería. “Es necesario formar a nuestros antiguos alumnos, que se conviertan en hombres de bien”.
– Potenciar la escuela de Adultos y Dominicales, persiguiendo “Hacer hombres, acabar hombres, lograr hombres cabales”.
– Implantar la Educación Especial, en 1970.
– Dar vida a la Escuela Hogar, de 1977 a 1988.

Toda esta ingente obra la consigue D. José Hidalgo Marcos con la rodilla (oración y fe) y con la pluma (constancia y firmeza), valores que transmitió a un barrio y a la Asociación de Antiguos Alumnos. Su fe le permitió, durante cinco décadas, atajar los problemas de la barriada: en la de los cuarenta, afrontó el hambre y las enfermedades (cantina escolar y dispensario); en los cincuenta, puso remedio a la falta de viviendas, consiguiendo la construcción de dos grandes bloques de pisos; En los sesenta, potenciando la formación profesional (construcción de edificios para talleres); en los setenta, procurando espacios de ocio (Tele-Club); en los ochenta, dirigiendo sus miras educativas hacia las familias más alejadas (Escuela Hogar).

Como se ve, nuestra escuela fue una célula embrionaria capaz de dar vida a grandes proyectos. El monolito que existe a la entrada del centro nos recuerda continuamente el lema de D. José: “No he venido a ser servido, sino a servir”.

Foto de instalaciones del colegio

En la actualidad, la Escuela es un Colegio privado-concertado con 6 unidades de Infantil subvencionada, 13 unidades de Primaria, 9 unidades de Educación Secundaria Obligatoria, 2 unidades de Minorías Étnicas y 2 unidades de Compensación Educativa, siendo un total de cuarenta y dos los profesores que intentamos tener claros los principios y valores que nos transmitió D. José para ser “maestros” de unos 635 alumnos.

D. José Hidalgo Marcos

NUESTRO FUNDADOR
DON JOSÉ Y SU OBRA.-
(Extraído del libreto editado por el Centro con motivo de los 60 años del Colegio Sagrado Corazón, realizado por D. Miguel Angel VallecilloTeodoro, profesor de este centro)

1.- Sus primeros años en Olivenza

Ordenado sacerdote el dos de julio de mil novecientos treinta y tres, llega a Olivenza el veintinueve de octubre como coadjutor de Santa María de la Asunción, sacerdote de la aldea de San Benito Abad y capellán de la Santa Casa de Misericordia.

Antes de acabar el año toma contacto con el barrio, percibiendo sus necesidades y bullendo sobre su cabeza ideas de grandes hombres como San Juan Bosco o el padre Manjón. Éste último insistía en el carácter humanitario de la educación para lograr hombres cabales, mostrando gran preocupación por la enseñanza del pueblo, la asistencia diaria de los alumnos a clase, buscando fórmulas para que los padres se preocupen por la educación de sus hijos y formas positivas de instrucción y acción. Muchos de estos principios los hizo suyos nuestro sacerdote, así, en principio, “premiaba” a los alumnos que asistían diariamente a clase con unos vales que después se podían intercambiar por ropa o comida.

Como gran organizador que siempre fue, se da cuenta de la imposibilidad de trabajar solo en la barriada, dedicándose a captar e instruir colaboradores quienes le ayudarán en su labor catequética y docente. Por ello empieza a impartir catequesis en la iglesia del convento de San Francisco, creando la Asociación de las Cruzadas de Santa Teresita, cuya acta de fundación data del doce de octubre de mil novecientos treinta y cuatro. Es curioso reseñar como todos los órganos directivos de dicha asociación estaban constituidos por chicas que no superaban los once años. Su misión era la formación humana y cristiana de sus componentes, proponiéndose Círculos de Estudios que preparaba D. José.

Esta Asociación fue la base de Acción Católica de Mujeres de Olivenza, constituida un año después, al que se une el grupo infantil de Benjaminas.

Su paso por la docencia se inicia en mil novecientos treinta y seis, al construir la Academia Obrera para instruir a las muchachas necesitadas. Precisamente en este año, al llegar de Madrid, donde había asistido a un cursillo para dirigentes de Acción Católica, le sorprende el movimiento nacional en Badajoz, donde es encarcelado el veintiuno de julio. “Los días de cárcel fueron para mí de una experiencia extraordinaria”.

Los años de la guerra fueron difíciles pero le sirvieron para poner en orden sus ideas y así, en mil novecientos treinta y ocho, organiza unos ejercicios espirituales en la villa, bajo la dirección del padre Joaquín Murquiz, superior de la Residencia que la compañía de Jesús tiene en Badajoz. A su término, D. José propone fundar en la villa un colegio dirigido por religiosas.

Guiado por este deseo, visita el obispado, donde se encuentra con las madres de la Compañía de María, M. Montero, superiora de la Compañía en Talavera, y M. Cointa, que debido a la guerra buscaron refugio en Badajoz, donde abrieron provisionalmente un colegio. D. José, con el apoyo del arcipreste de Olivenza, D. José Pedroso, y en nombre de la Junta de Acción Católica, solicita a dichas madres la fundación de un colegio en la localidad, a lo que ellas rehusan por escasez de personal, sin embargo invitan a nuestro sacerdote que recurriese a las casas de Barcelona o Valladolid, quienes desatendieron la petición. Pero D. José, que desde joven fue forjando un carácter basado en la perseverancia, en la fuerza de la oración, en una fe sin límites, se dirige a la casa de Vergara, obteniendo una respuesta favorable de su superiora, la madre María Amalia Azpiri, designándose once religiosas para esta labor. El diecinueve de octubre de mil novecientos treinta y ocho llegan a Badajoz, recibiendo la exhortación del obispo, D. José María Alcaraz y Alenda, el día siguiente.

En principio instalaron sus aulas en la casa número seis de la calle Espíritu Santo, comenzando las clases el día veinticinco del citado mes, con una matrícula de cuarenta y nueve alumnas. Transcurridos pocos meses, se descubrió la necesidad de construir un colegio, disponiendo de unos terrenos junto al parque de los Pintasilgos.

D. José, infatigable organizador, había conseguido uno de sus objetivos: disponer de un colegio, “una obra de verdadero mimo”, en palabras del obispo Alcaraz y Alenda, donde se formarían espiritualmente y en el campo de la docencia un grupo de notables y jóvenes, en su mayoría miembros de Acción Católica, que serían el engranaje necesario para poner en marcha su obra en la barriada del Sagrado Corazón. A ellas se sumará la rama de Acción Católica de varones, fundada en mil novecientos treinta y nueve, contando con la ayuda del registrador Andrés Marcos.

2.- Primeros Pasos de las escuelas

Del colegio de la Compañía de María, del grupo de Acción Católica y de la callada, resignada y ardua labor de Castora Valencia surgirá la savia que D. José necesitaba.

Desde su confesionario de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, observaba como a la misa dominical asistía Castora acompañada por algunas de sus alumnas de mayor edad, despertando la curiosidad de nuestro sacerdote, deseoso de conocer “el gran bien” que esta humilde mujer desarrollaba por la barriada. Fue así como empieza a visitar con asiduidad la “escuela” de Castora, ante el recelo y desconfianza inicial de muchos padres.

Antes de comenzar su misión evangelizadora por la barriada, durante los meses de febrero a mayo de mil novecientos cuarenta y dos, D. José se acercaba con frecuencia a la “escuela” de Castora. Fue tal vez esta vivencia lo que le lleva a iniciar la catequización del barrio, en compañía de algunas jóvenes de Acción Católica, empleando para ello los locales que le habían cedido dos generosas hermanas, Estrella e Isabel Acosta, en la calle Soledad. Durante jueves y sábados los niños se recogían en la cocina, cuadra y corral de la primera, mientras que las niñas lo hacían en el corral y chineros de la segunda. A ello se sumará una habitación, adaptada como altar, cedida por Carmen Brito, en la calle Santo Domingo.

Fue en mayo de mil novecientos cuarenta y tres cuando Castora y D. José comienzan a trabajar codo a codo en el campo de la docencia, realizando la primera su labor por la mañana y el segundo, por la tarde, todo ello en una pequeña habitación. Los primeros años fueron muy difíciles, como lo demuestran la ausencia de material, dos o tres catones, siete pizarras y dos pizarrines, el reducido local, la ausencia de mobiliario…, sin embargo, entre los primeros quince alumnos y sus “profesores” sobraba ilusión que servía para contrarrestar estas y otras muchas deficiencias, de tal forma que el número de matriculados aumenta, ampliándose a veinticuatro, en octubre, y a los setenta en diciembre. El local se hacía pequeño, sobre todo cuando a principio de mil novecientos cuarenta y cuatro se alcanza el centenar, siendo insuficientes la cocina, dormitorio y corral cedidos por esa gran mujer que fue Castora Valencia, quien siempre contó con el beneplácito de su marido. Hasta tal punto llegó la abnegación de ambos, que consintieron en desplazarse a una casa anexa a la suya, que le había sido cedida a D. José, empleándose toda la vivienda del matrimonio para aulas.

El tres de octubre de mil novecientos cuarenta y cuatro se inicia un nuevo curso que será vital para el buen desarrollo de las escuelas. D. José, que había visitado el colegio del Sagrado Corazón de San Sebastián, consigue valiosos donativos: “26 sillones para niños mayores, 12 para párvulos, 28 sillas costureras, 24 pequeñas, 6 bancos, 4 pupitres grandes, 50 libros escolares, 19 pizarras”, insuficientes ante la elevada matrícula, como lo demuestra el hecho de tapiar un cobertizo en el corral que serviría de improvisada aula. Desde este año D. José contó con la inestimable ayuda de algunas jóvenes de Acción Católica que habían terminado el Bachiller Universitario. Fue así como Rita Píriz se encargaría de las niñas mayores de seis años, en número de sesenta y siete, distribuidas por la cocina; Eugenia Cruz, de setenta y cinco mayores, en el adecentado cobertizo, mientras que D. José, ayudado por Manola González, lo hacía de setenta y tres párvulos.

Todas ellas habían revelado a Castora de su tarea inicial.

Ante el incremento de alumnos, D. José se ve obligado a solicitar del Consistorio y Ministerio, “… la construcción de una escuela en el barrio de Juan Fuentes, necesitando para ello el ofrecimiento del solar, a cuyo objeto ruega que el Ayuntamiento le ceda para dicho fin el terreno necesario y los reunidos, entendiendo que la escuela es útil y hasta necesaria, se acordó, en principio, cederle el terreno que sea necesario.”

Pocos días después se recibe la visita del inspector de Primera Enseñanza, D. Agustín Pérez Trujillo, acompañado del señor alcalde de la villa, cuyo objeto no era otro que obtener un cambio de impresiones para conseguir ayuda oficial con la idea de que algún día, no muy lejano, fueses trasformadas en escuelas nacionales en régimen de patronato. Sin duda quedó muy impresionado y satisfecho viendo trabajar a niños y profesores en estas condiciones, en horario de nueve a una y de tres a cinco de la tarde, pero la difícil situación que atravesaba España retrasa la llegada de maestros nacionales al curso mil novecientos cuarenta y seis, cuarenta y siete.

Los cursos mil novecientos cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco y mil novecientos cuarenta y cinco, cuarenta y seis, fueron de consolidación de la obra. D. José se lanza a la compra de unas casas en marzo de mil novecientos cuarenta y cinco, a la que siguen las efectuadas en mil novecientos cuarenta y seis a Máximo Fernández Brito y a Daniel Rodríguez, que se completará en mil novecientos cincuenta y cinco al adquirir doce mil metros cuadrados a éste último, con el objeto de hacer un campo de deporte, huerta y jardines.

Los alumnos que lo deseaban, pasaban por unos exámenes públicos, presididos por el alcalde y algún miembro del colegio de segunda enseñanza, que comenzaban, en principio, la primera quincena de julio.

Las vacaciones de los dos cursos mencionados fueron muy cortas, con el único objetivo de recoger a los alumnos porque sus padres estaban en plena siega.

Oficialmente el curso mil novecientos cuarenta y cinco, cuarenta y seis se abre el veintinueve de septiembre, con una matrícula de doscientos diez alumnos. A lo largo de él irán cobrando vida el Jardín de Infancia, la Cantina Escolar y los talleres. El veintiuno de febrero se recibe la primera remesa de material por parte del Ministerio de Educación, un total de sesenta pupitres, tres mesas y un sillón de profesor.

3.- Desde la fundación de las Escuelas Parroquiales hasta el 2001

A lo largo de mil novecientos cuarenta y seis la Escuela va conformando su disposición, merced a las compras y donaciones, la última por petición de veinticuatro de agosto de dicho año, el alcalde D. Teófilo Borrallo, para “… que le ceda un trozo de terreno en la línea que ocupa el edificio de las escuelas en la calle del Fuerte”, y a los préstamos de la Caja Rural.

En este mismo año se solicita al Estado profesores nacionales en calidad de Patronato, dirigido por el arcipreste de Olivenza, D. José Pedroso. El veinticuatro de abril recibe D. José Hidalgo una carta, con membrete del Ministerio de Educación, en la que se lee: “Por fin, hoy se publica en el Boletín Oficial del Estado la orden del 26 de marzo último, por la que se crean definitivamente sus escuelas”. Sin embargo, no sería hasta el veintisiete de septiembre de mil novecientos cuarenta y seis, cuando se conceden cuatro clases que empiezan a funcionar en noviembre, de la mano de D. Juan Ramallo, Natalia Gómez Llofriú, Fernanda Blasco y la teresiana María Ortes Mateo. Eran dos unitarias, una de niños, otra de niñas y otras dos de párvulos, con horario de nueve a una y de tres a cinco, de lunes a sábado.

Una vez obtenidos los profesores nacionales, el paso siguiente era la construcción de un grupo escolar. Su solicitud no cae en saco roto, recibiendo, sin demora, la visita de la Inspectora Jefe y otros señores inspectores, para ver el lugar donde debía enclavarse el edificio. No obstante, las dificultades económicas del país vuelven a retardar su edificación hasta mil novecientos cuarenta y nueve, prolongándose cuatro años. En mil novecientos cincuenta y tres se inaugura el nuevo edificio, cuyo importe inicial fue de un millón ochocientas mil pesetas, ampliado a dos millones y medio, al levantar el salón de actos, decorar la capilla y construir habitaciones para las religiosas.

En lo relacionado con la docencia, digamos que la apertura del curso solía efectuarse hacia la segunda semana de septiembre, clausurándose a mediados de julio, organizándose, durante las vacaciones estivales, colonias subvencionadas por el Ministerio o el grupo lusitano “Amigos de Olivenza”, que encabezaban Fernanda Blasco, al mando de las niñas, y Juan Ramallo con los varones. Alguno de los lugares visitados fueron Sanlúcar de Barrameda o San Pedro de Estoril.

La matrícula se mantenía entre doscientos diez y doscientos veinticinco alumnos, aunque el absentismo era claro en los meses de noviembre y diciembre, por la recogida de la aceituna, y en junio y julio por la siega. Su incremento permite, en mil novecientos cuarenta y nueve, la llegada de dos nuevos profesores: Isabel Chamorro y Faustino Ruiz, casi coincidiendo con la incorporación de la primera congregación religiosa, las Hijas de la Caridad. Meses más tarde se suma una nueva docente, Rita Guerrero, profesora de párvulos, pasando Natalia Gómez Llofriú al Jardín de Infancia. En mil novecientos cincuenta nos encontramos con una plantel de siete profesores para doscientos setenta y tres alumnos.

Para el desempeño de tan vasta labor se hacía necesario contar con una buena plantilla de bienhechores, a la vez que reorganizar el patronato, constituido en mil novecientos cuarenta y seis pero sin función alguna. Fue así como en mil novecientos cincuenta y cinco cobra nueva vida elPatronato de divulgación de las escuelas y defensa moral y material de las mismas, constituyéndose uno de hombres, presidido por Francisco Llorente Núñez, y otro de mujeres, encabezado por Dolores Marzal. Su misión no era otra que la de cooperar con el fundador, lo que así se hizo hasta su desaparición en el curso mil novecientos setenta y tres, setenta y cuatro, una vez que las escuelas pasan a ser centro privado concertado.

Un duro golpe para las escuelas y el barrio en general fue la marcha de las Hijas de la Caridad, el veintiocho de diciembre de mil novecientos cincuenta y cinco, quienes se habían dedicado en cuerpo y alma al progreso social de la barriada. Todavía son muchas las personas que recuerdan a Sor Bony trabajando en el dispensario, a Sor Felisa en el taller, a Sor Catalina cocinando y cuidando el ganado, o a la directora, Sor Juliana.

No obstante, gracias a la ayuda desinteresada de un grupo de señoras y jóvenes de Acción Católica se conseguirá que la cocina y los talleres sigan funcionando, por espacio de tres meses, hasta la llegada, el trece de marzo de mil novecientos cincuenta y seis, de nueve religiosas de la congregación de las Dominicas Terciarias del Santísimo Sacramento, para hacerse cargo del dispensario, taller, cocina, iglesia y resto de dependencias de la “casa”, pero sin dedicarse a la docencia. Por esta razón arriban a la escuela dos profesoras de la “Obra Misionera del Magisterio”, dedicadas exclusivamente a la enseñanza, habitando un local cercano a la actual entrada. El número de aulas y profesores pasa de siete a nueve durante el curso mil novecientos cincuenta y seis, cincuenta y siete, incrementándose en otras dos nuevas secciones, una para niños y otra para niñas, durante el curso siguiente. Era obvio la necesidad de edificar nuevas aulas, terminándose un total de ocho clases a lo largo del curso mil novecientos sesenta y uno, sesenta y dos. Valga como referencia que en el curso siguiente funcionaban un total de doce clases para cuatrocientos cincuenta y cinco niños, a una media de treinta y siete alumnos por aula.

Las escuelas y sus profesores se adaptan con rapidez a las nuevas metodologías. Así, en mil novecientos setenta y siete se implantan en el centro nuevos cuestionarios “… permiten una enseñanza más dosificada, real y positiva, que ha dado lugar a la clasificación por cursos sea más homogénea”, fomentando actividades extraescolares formativas, como visitas a industrias locales, de Badajoz, Central Lechera, Coca – cola, fábrica de tejidos, escuela de reactores de Talavera, de Almendralejo, caso de la Cooperativa Santa Ana o bodega de la familia de las Heras, e incluso acrecentando vínculos con ciudades lusas como Elvas o Vila Fernando.

En mil novecientos setenta el Ministerio dicta la Ley General de Educación de traerá importantes cambios a nuestra escuela y “… significó la implantación de los principios en los que se fundamenta la nueva enseñanza, impone la actualización de todos los maestros y la especialización voluntaria”, además de establecer la obligatoriedad y gratuidad de una educación básica unificada y abriendo la posibilidad de que centros no estatales pudieran participar en la oferta de puestos escolares gratuitos en los niveles obligatorios, obteniendo, en contrapartida, un apoyo económico del Estado.

La rapidez por adaptarse a las nuevas metodologías requiere la realización de cursillos impartidos los días nueve, diez y once de enero, por las Reverendas Madres del Sagrado Corazón de Barcelona, Sarriá y Madrid, lo que hace que el centro “…no sólo nos hemos convertido en pioneros, valga la palabra, de enseñanza activa en nuestra localidad, sino que, con nuestra iniciativa y animosidad hemos contagiado a los demás … actualmente el magisterio de Olivenza trabaja a nivel local y con proyección en la comarca, formando un equipo muy compenetrado y dispuesto a decir sí a lo que consideramos una acertada promoción educativa”.

Pero en consonancia con los nuevos tiempos se hacía casi obligada la llegada de una nueva comunidad de religiosas, dedicadas exclusivamente a la docencia. Fue así como las Dominicas, tras una ímproba labor en la barriada, dejan paso a las Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón, quienes buscaban “… escuelas de las características de éstas”. Con ellas llega una nueva concepción de la educación. Son un total de nueve religiosas, encabezadas por la superiora, licenciada en Pedagogía, tres maestras nacionales, una interina, una puericultora, una diplomada en dibujo y tres en música. Su objetivo era bien claro: “Enseñarles el mundo que les rodea por medio de unas Actividades Didácticas orientadas, sirviéndose de la experimentación, el dibujo, la música, lo que le rodea … Amenizando las clases. En general, procuraremos que el niño encuentre un ambiente de cariño y confianza”.

La dificultad para adaptarse a los cambios obliga a continuar el reciclaje del profesorado, por esta razón, en mil novecientos setenta y uno, se llevan a cabo cursillos sobre enseñanza activa y evaluación, impartidos por dos religiosos franciscanos y la Madre Sitjá, religiosa del Sagrado Corazon.

Desde mil novecientos setenta se inicia la experiencia de implantar Educación Especial en el centro, con el objetivo de “Tratar de incorporar a estos niños a la sociedad. Hay que procurarles un entrenamiento de sus capacidades, una educación específica de sus sentidos y una educación psico – motriz”. En mil novecientos setenta y tres, veinte eran los alumnos matriculados.

Los cambios políticos, socio-económicos, culturales … acaecidos en España desde mil novecientos setenta y cinco, traen consigo la puesta en marcha de la LODE, Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación, el tres de julio de mil novecientos ochenta y cinco, encaminada a la modernización y racionalización de las ramas básicas del sistema educativo español. Por entonces, nuestro colegio contaba con dos grupos de Preescolar, seis en el Ciclo Inicial, nueve en el Medio, siete en el Superior y dos aulas de Educación Especial.

Desde el tres de octubre de mil novecientos noventa muchos de los principios de la LODE se enriquecen con la LOGSE, Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, quien en su título IV, “… ordena a los poderes públicos prestar una atención prioritaria a los factores que favorecen la calidad y mejora de la enseñanza y, particularmente encomienda a las Administraciones educativas que fomenten la autonomía pedagógica y organizativa de los centros, y que estimulen el trabajo en equipo de los profesores … La organización de los centros irá encaminada a conseguir una mayor calidad de la enseñanza”.

En la actualidad, en nuestro colegio existen cinco unidades de infantil, catorce de primaria, nueve de secundaria, además de estar acogidos al programa de Integración y Minorías Étnicas, contando con una plantilla de cuarenta y un profesores.

4.- Los talleres, una forma de instruir y contrarrestar el paro.

Tras una pequeña estancia en el verano de mil novecientos cuarenta y cinco en San Sebastián, D. José venía imbuido de nuevas ideas, fruto del contacto con la pedagogía de las escuelas del Sagrado Corazón, y que él pretende dirigir a:

– los más pequeños
– los jóvenes en paro, poniendo remedio a la enseñanza post – escolar
– la barriada en general, procurando medios para erradicar las enfermedades y el hambre.
Iniciativa original en nuestro pueblo fue el establecimiento de talleres con los que se pretendía no sólo instruir, sino también procurar una forma de sustento a un nutrido número de oliventinos. El primero en surgir fue el de corte y confección, aprovechando la destreza oliventina en estas lides. Su primera ubicación fue, hacia mil novecientos cuarenta y cuatro, en una pequeña habitación adecentada a tal fin en la casa anexa a la de Castora Valencia, posteriormente se desplaza a los locales donde se ubica actualmente la carpintería. Ya en el curso mil novecientos cuarenta y siete, cuarenta y ocho, su trabajo se amplía, convirtiéndose en taller de corte y confección, bordados, punto, alfombra y alpargatas, disponiendo de tres máquinas de hacer punto, otra de coger puntos de media, una de forrar botones y dos telares. En el buen hacer del taller de corte y confección, punto y bordado jugaron un papel muy importante María Blasco e Isabel Delgado cuyos diseños y directrices fueron vitales para poner en marcha la obra, que ve necesario el reciclaje de sus empleadas, por los que tres de ellas se desplazan a Madrid, asistiendo como becarias a las clases de la Escuela Mayor de Artesanía.

Desde el siete de marzo de mil novecientos cuarenta y nueve, cinco hijas de la Caridad se establecieron en los incipientes locales de las futuras escuelas. De ellas fue Sor Felisa la encargada de los talleres. Las relaciones entre éstas y los miembros del taller fueron sobresalientes, como lo demuestra el hecho de que un grupo de diez de sus empleadas acompañen a Sor Boni en la visita que realiza a Laredo, Santander, durante un mes.

En este taller, al igual que el de carpintería mecánica, “… tienen acogida gran número de antiguos alumnos y alumnas, que consiguen por su medio, alcanzar un modo de vivir muy decoroso … ganan su jornal, tienen cartilla de ahorro donde se les ingresa el jornal que les corresponde por domingos y días de fiestas … gozan también de beneficio de médico, farmacia …”.

La plena madurez de los talleres la demuestra el hecho de que durante tres meses, desde la marcha de las Hijas de la Caridad, el veintiocho de diciembre de mil novecientos cincuenta y cinco, hasta la llegada de las Dominicas Terciarias, el trece de marzo de mil novecientos cincuenta y seis, funcionaron a la perfección, bajo la atenta dirección de María Blasco. Todo ello favorece el incremento de personal que en el curso mil novecientos cincuenta y seis, cincuenta y siete alcanzaba las cuarenta y siete chicas, mientras que aprendices de carpintería eran un total de veinte chicos, llegando a los cuarenta y nueve el mil novecientos sesenta y uno.

Para dar salida a las obras de estos talleres a la vez que dar a conocer las industrias locales, D. José organiza, en mil novecientos sesenta y cuatro, la llamada Microferia, con el claro objeto de promocionar la industria oliventina a la vez que intentar recabar donativos para su obra, consiguiendo una máquina Tricotosa grande, una rematadora y una bobinadora eléctrica, a lo que se suman diversos utensilios para la cocina. Se celebra dentro del recinto del colegio, exponiéndose bordados, artesanía, cerámica, vinos, todo lo relacionado con la industria del plástico que se había iniciado en la localidad. A lo largo de los ocho días que dura la exposición, clausurada el día de San Pedro, fue visitada por más de mil quinientas personas.

Dos microferias más se realizaron, una en mil novecientos sesenta y seis, la otra en el sesenta y nueve, contando ésta con un total de treinta y un expositores, muchos de ellos venidos de Badajoz, “… resulta una cosa fuera de serie en la que se vio el gran progreso del comercio y las artes de Olivenza”. Dichas microferias fueron la base de las posteriores Ferias de la barriada.

En mil novecientos setenta, la actividad del taller de corte y confección era notable, “formando un complejo industrial de unas veintisiete máquinas entre las dos rematadoras, dos remallosas, una bobinadora, cinco de coser, etc… a las que hay que añadir una máquina con la que se completa el régimen de trabajo para cuarenta chicas”, quienes desarrollaban su labor de nueve a una y media en la mañana y de tres a siete por la tarde.

En este mismo año estaba en proyecto la formación de una Cooperativa a nivel diocesano, sirviendo de experiencia piloto el taller de Olivenza. La marcha de las Dominicas Terciarias tuvo que acelerar esta idea, transformándose en Cooperativa Industrial Artesana Sagrado Corazón, siendo las chicas copropietarias. El crecimiento del taller obliga a construir una nueva planta, en mil novecientos sesenta y seis, sobre el solar que ya ocupaban, terminada al año siguiente.

5.- La Guardería.

Mientras D. José impartía sus clases en las habitaciones de Castora, pudo comprobar cómo muchas madres tenían que ayudar en las faenas agrícolas a sus esposos, dejando a sus pequeños, algunos incluso lactantes, a cargo de Castora. Este hecho le lleva a engendrar la idea de dar vida a una Jardín de Infancia, donde atender a estos menores.

El viaje que en verano de mil novecientos cuarenta y cinco realizó a San Sebastián fue muy gratificante en este sentido, pues “… asiste a clases de Pedagogía que se dan en el Jardín de Infancia, consiguiendo saturarse de la extensa doctrina pedagógica que más tarde habría de poner en práctica”.

Un año después, el cinco de enero de mil novecientos cincuenta y seis, con la ayuda de Acción Católica y las Hijas de la Caridad residentes en la Santa Casa de Misericordia, abre dicho Jardín, donde empezaron recogiéndose veinte pequeños, número que va en aumento porque “… los traen las madres con la seguridad y confianza de que serán atendidos en todas sus necesidades”. Ante ello, nuestro sacerdote se ve obligado a:

– Buscar un nuevo local, pues el primitivo, próximo al dispensario, no era el adecuado. Ya en el curso mil novecientos sesenta y tres, sesenta y cuatro, se crea una sala para guardería.

– Recabar ayuda estatal, consiguiendo una subvención de Auxilio Social.

El alumnado fue in-crescendo y así, en mil novecientos sesenta y cinco, dirigidos por las Dominicas, se recogían ciento veinticinco niños y niñas, desde meses hasta siete años. Su loable labor hace que en mil novecientos setenta y dos pase a ser miembro de la Red de Guarderías Infantiles dependientes de Auxilio Social.

La llegada de la Congregación del Apostolado del Sagrado Corazón, unida a la nueva ley de mil novecientos setenta, obliga a una renovación pedagógica, distribuyendo a los alumnos en tres clases, siendo la más numerosa la de cinco años, con cuarenta y cinco. Cumplidos los seis, pasaban a cursar primero de E.G.B.

Las madres dejaban a sus hijos a las nueve y los recogían a las cinco de la tarde; aquí desayunaban, comían y merendaban.

6.- Dos necesidades de la época: el dispensario y la cantina escolar.

Las duras condiciones de la posguerra se hacen notar en Olivenza en general y, por tanto, en la barriada. La falta de alimentos y la elevada mortandad, propiciada por la ausencia de atención primaria, son dos grandes condicionantes a los que tiene que enfrentarse D. José.

En sus viajes por San Sebastián, Madrid y Barcelona, consigue la donación de medicamentos que servirán para atajar tantas muertes. Tras ello era necesario conseguir un local cercano al lugar donde se impartían las clases y así, “Un buen hombre del barrio, conocido por el sobrenombre de Gazapo, cede generosamente una habitación sencilla de su casa, donde se organiza un dispensario de urgencia”, todo ello en la calle Fuerte.

Para su puesta en marcha contó con la colaboración del facultativo D. Pedro Pascual y, en principio, de algunos miembros de Acción Católica, que desde el quince de enero de mil novecientos cuarenta y cinco fueron sustituidos por la novicia de las Hijas de la Caridad, Bonifacio García Isa, posteriormente conocida como Sor Boni, “… que desde entonces realiza una labor constante y extraordinaria de apostolado”. Gracias a ella, al trabajo desinteresado de galenos oliventinos como Pedro Pascual, Valeriano Cabral, José Gómez, Antonio Rodríguez, o el “practicante” Alfonso Franco, desde mil novecientos cuarenta y cinco se realiza a todos los niños “un detallado reconocimiento”, se llevan a cabo curas todos los días, “dedicándose el miércoles para el día de consulta gratuita”. A los nombres anteriores se ha de sumar el de muchos especialistas de Badajoz y otras ciudades españolas, amén de bienhechores como Julio Muñoz, de Barcelona, quien donaba toda la penicilina y estreptomicina que necesitan los enfermos.

El trabajo de este dispensario fue crucial en unos años en los que había que contrarrestar los efectos de la tifoidea, de la tuberculosis, dos de las enfermedades que más atacaron a la barriada. Baste recordar que en el curso mil novecientos cuarenta y nueve, cincuenta, la primera de las nombradas afectó a más de cien casas, “… lo que hizo que la asistencia a la escuela, durante la primera etapa del curso no fuera normal”.

Sirva de ejemplo para valorar la labor del Dispensario, el siguiente cuadro:

1952 1962 1964 1967
Recetas Despachadas 184 615 523 584
Inyecciones 2.520 13.124 2.830 4.114
Curas en Dispensario 5.989 8.957 9.326 1.604
Visitas a enfermos 1.383 No hay datos No hay datos No hay datos
La labor del dispensario fue vital en los años de la posguerra, consolidándose a lo largo de la década de los cincuenta y sesenta. El propio gobierno dona, en mil novecientos sesenta y seis, material quirúrgico, por mediación de la Dirección General de Beneficencia.

Junto al dispensario, la Cantina escolar jugó un papel destacado en el desarrollo y evolución de la barriada. Los viajes de D. José le permiten recibir, desde mil novecientos cuarenta y cinco, “… de todas partes, en cantidad suficiente, leche, harina, carne, patatas”, para alimentar a los escolares, además de otras personas del barrio.

Aunque sus primeros pasos datan de mil novecientos cuarenta y cinco, fue un año después cuando empieza a funcionar con regularidad, saciando diariamente el hambre de ciento ochenta menores y doce ancianos, con el inconveniente de lo reducido del local, por lo que “la comida tenía que hacerse en dos turnos”.

Su labor social notabilísima como se comprueba a continuación:

1952 1962 1963 1964 1967
Comidas en comedor 36.600 55.000 65.000 85.000 137.000
Vasos de leche 44.000 50.000 95.000 125.000 218.250
Socorro a enfermos y

pobres

No hay datos 34.000 44.000 45.000 37.900
La difícil situación económica por la que atravesaba España en mil novecientos setenta y tres, hace que el Ministerio suprima la subvención para el comedor, no obstante, esto no fue obstáculo para que siguiese funcionando, “con asistencia de 140 niños y 100 de la guardería”.

7.- Otras obras sociales.

A D. José, como gran organizador que fue, cupo también otra serie de obras sociales como la puesta en marcha de la educación de adultos, la fundación de las asociaciones de antiguos alumnos y de padres, dos cofradías religiosas, el tele – club, la escuela hogar …, al tiempo que se reconoce su mano “en la llegada de las aguas y saneamiento de la ciudad, prometidas por el Jefe del Estado” y en la ejecución de dos bloques de viviendas sociales, en mil novecientos cincuenta y uno y mil novecientos cincuenta y dos.

El incremento en la demanda de viviendas sociales le lleva, desde mil novecientos setenta y cuatro a mil novecientos setenta y seis, a escribir continuas cartas al Ministerio de la Vivienda, solicitando el estudio del caso.

La escuela de adultos que desde mil ochocientos sesenta y uno regía D. Marceliano Ortiz López, hasta su muerte, en mil novecientos siete, tuvo un nuevo interlocutor en D. José Hidalgo, quien desde mil novecientos cuarenta y ocho cuenta con el apoyo de los maestros nacionales y la comunidad de religiosas.

En mil novecientos cincuenta, durante los meses de invierno, aprovechando que las faenas agrícolas disminuían, “se dio gran auge a las clases nocturnas de adultos y adultas”. Para aquellas personas que por motivos laborales no podían asistir a ellas, se desarrollaban, los domingos, las conocidas con el nombre de “clases dominicales”. El objetivo de ambas era bien claro: “el perfeccionar los conocimientos adquiridos y suplir las deficiencias que pueda haber, ya que pocos llegan a finalizar la edad escolar”.

En mil novecientos cincuenta y tres asistían cuarenta y tres varones, atendidos por D. Juan Ramallo, y treinta mujeres, de la mano de las Hijas de la Caridad. En mil novecientos setenta y cuatro, treinta jóvenes sacaban su certificado de Estudios Primarios, después de un año de estudios nocturnos.

D. José desea que tanto los padres como los alumnos que salen del colegio sigan manteniendo contactos con la escuela que los vio nacer. Fue así como, con la promoción de mil novecientos sesenta y tres nace la Asociación de Antiguos Alumnos, con la idea de que no se perdiese la vinculación con la escuela y construir una trama social de relaciones humanas, de formación común, de reuniones… En principio, dicha Asociación estaba dividida en dos, una de varones presidida por Miguel Sández, y otra de mujeres, por María Rosa Rubio

Su labor en el desarrollo del barrio fue destacada, como lo demuestra la ayuda prestada en el dispensario, catalogando medicinas o poniendo inyecciones. A ella cupo la puesta en marcha de la Cofradía del Cristo del Perdón, que contaba con doscientos cofrades en mil novecientos sesenta y cinco, y la de Nuestra Señora del Amparo, con un número similar.

En mil novecientos sesenta y cinco surge la Asociación de Padres, de la mano de José Ferrera, legalizada cinco años después.

Estas asociaciones fueron la base del Tele – club, inaugurado en octubre de mil novecientos setenta y tres, cuya obra importó la suma de dos millones y medio de pesetas. Contaba con biblioteca, cine, al tiempo que organizaba concursos deportivos, teatros, clases nocturnas para adultos… Su activa labor le llevó a recibir el III Premio Nacional de Labor Comunitaria.

A D. José cupo además la puesta en marcha de la Escuela Hogar. Desde finales de la década de los sesenta nuestro sacerdote se da cuenta del elevado número de alumnas que vivían en muchos de los cortijos del término oliventino, sin poder gozar de los beneficios de la educación. Por esta razón, desde mil novecientos sesenta y nueve empieza a gestionar su puesta en marcha, con el claro objetivo de “… hacer que estas niñas apartadas en los campos vivan como en su hogar, sin que le falte su formación literaria, moral y espiritual, al mismo tiempo que se imponen en las labores propias de un hogar”. Iniciadas las obras en mil novecientos setenta y cuatro, se legalizan por B.O.E de 16-XII-1977, contando con un total de noventa residentes, quienes mantenían el horario escolar del resto del alumnado y, una vez terminado, se las preparaba para la vida con clases de urbanidad, hogar, estudio…

Desde un principio estuvo subvencionado por el Ministerio, siendo su directora la religiosa Socorro Abascal Castillo. Para las hermanas del Apostolado, éste era, “uno de los más bellos eslabones de nuestra Comunidad Educativa. Por su estructura y funcionamiento es capaz de hacer vida todas las teorías sobre educación integral”.

La construcción del edificio es un claro ejemplo de cómo la fe de D. José en sus proyectos era inquebrantable. En su carta a Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno, el veintidós de marzo de mil novecientos setenta y cinco, le muestra sus quejas por el hecho de que el Ministerio de Educación pide que se haga dicha Escuela Hogar “… pero no ayudan para estas obras que se están haciendo con un préstamo de cerca de diez millones en el Banco de Crédito a la Construcción”. De nuevo tiene que recurrir a la pluma, enviando cartas a sus tradicionales bienhechores, a las que se suman otras insospechadas como a la primera dama de Estados Unidos, Susan Ford, o a la mismísima María Estela de Perón.

Por B.O.E. de 16-XI-1988 fue suprimida, “alegando la falta de suficiente alumnado”.

Tras nueve años de existencia, su labor fue decisiva como se recoge en el siguiente testimonio: “En la Escuela Hogar somos este año 82 niñas. Las que somos mayores ayudamos a las pequeñas, unas veces de buena gana y otras no tanto, pero todas nos queremos, nos ayudamos, crecemos y vamos aprendiendo cosas nuevas. Al igual que en nuestra casa, nos repartimos los oficios de comedor, fregar los platos y otras cosas. Tenemos clases de costura, de flauta y deportes. Hay tres educadoras, de ellas dos religiosas (…) nos orientan, nos dan consejos y tratan de ayudarnos.

En la Escuela Hogar nos sentimos acogidos y queridos por las educadoras y todo el personal; no queremos que estos años se borren de nuestras vidas”.

Labor importante de D. José fue la construcción de una iglesia. De aquel pequeño altar de la calle Santo Domingo, se pasa a una pequeña capilla que se engalana con la imagen del Sagrado Corazón, donada por la marquesa de Villa Hermosa, las de María Auxiliadora y Santa Filomena, por Isaac Navarrete Arteaga, la de San Nicolás de Bari, por Guillermo Mira Fernández. Las necesidades del culto obligan a realizar un nuevo edificio, muy afectado por la tormenta del diecisiete de septiembre de mil novecientos sesenta y uno, que derribó la torre, buena parte de la iglesia y de la casa. No obstante, gracias a su fe ciega y a los donativos de bienhechores, en mil novecientos sesenta y dos sólo faltaba el coro derecho.

ARCHIDIÓCESIS DE MÉRIDA – BADAJOZ

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Nuestro Centro siempre ha tenido una dirección religiosa conformada por los sacerdotes que han pasado por él, de los que no nos gustaría olvidarnos en ningún caso. En dedicatoria a ellos y a su labor pastoral, personal y profesional, hemos querido también reservarles su espacio y nuestro agradecimiento.